diumenge, 1 de febrer del 2009

L'exemple francés

Font: www.Levamte-emv.com

La noticia surgió ayer en París, por boca del ministro de Ecología, Jean-Louis Borloo, al inicio del debate público sobre la política ambiental que va a impulsar el Gobierno Sarkozy: «Salvo los cinturones periféricos de las ciudades, el Estado francés dejará de construir autopistas, con el objetivo de impulsar alternativas al transporte por carretera». De hecho la decisión tiene una perspectiva mayor: «La movilidad por carretera y avión pasan a ser el último recurso».
La ruptura con nuestra actual cultura de la movilidad se impone como un elemento de supervivencia y calidad de vida. «Se trata de adoptar una aproximación que suponga un cambio radical, que en el caso de la movilidad consiste en pasar de la autopista y la autovía a un desarrollo a gran escala de transportes alternativos (...) El paradigma actual basado en la prioridad de la carretera y en el desarrollo separado de los distintos modos de transporte, debe dar lugar a una lógica integrada, multimodal, en la que el avión y la carretera sean solo recursos finales determinados tanto por el estado de la tecnología como por la geografía».
Aunque muchos se queden escandalizados, el informe francés es claro: «La capacidad vial en Francia [por donde hasta ahora pasan buena parte de nuestras mercancías y camiones] no debe aumentar, como no sea para eliminar los puntos de congestión y los problemas de seguridad. Se trata de reducir el impacto energético del sector del transporte. El objetivo es reducir de aquí al 2020 en un 20% las actuales emisiones de gases de efecto invernadero».
El lunes pasado, uno pasaba vergüenza cuando el vicepresidente y comisario de Transportes, Jacques Barrot, nos leía la cartilla en Madrid: «El conjunto de transportes representa el 27% de las emisiones totales de CO2 de la UE y en España las emisiones de la carretera han aumentado un 77% en los últimos años, mientras que en Europa lo han hecho en un 22%». En línea de lo decidido por el Gobierno francés, Barrot decía: «Hay que luchar contra el calentamiento climático, sabiendo combinar los medios de transporte, con el fin de que la carretera sea más verde», abogando por la utilización del ferrocarril y el transporte marítimo para las grandes distancias, mientras que el camión y la carretera deben especializarse en trayectos medios y cortos. El aviso fue claro: «El uso de la carretera es un derecho de uso en función a su coste de contaminación». La otra gran apuesta de la UE es el transporte marítimo: «Las autopistas del mar tienen que tener una gran regularidad y estabilidad, pues beneficiará el transporte de mercancías entre los países europeos, especialmente aquellos que, como España, están en una situación periférica».
Casi simultáneamente, en Roma, el comisario europeo de Desarrollo y Ayuda Humanitaria, Louis Michel, y Josette Sheeran, directora ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos declaraban casi al borde de la desesperación: «El cambio climático es una amenaza cada vez mayor para el desarrollo y los esfuerzos de asistencia humanitaria. La reciente serie de desastres climatológicos en todo el mundo ha hecho saltar las alarmas. Hemos tenido inundaciones y tifones devastadores en Asia, inundaciones de magnitud desconocida en África y dos huracanes sucesivos de categoría cinco en el Caribe. Las organizaciones humanitarias están sometidas a presiones cada vez mayores para intentar de cubrir las necesidades elementales de las comunidades afectadas por estos desastres».
Ésta ya no es una cuestión para mis colegas catedráticos de Física Teórica y sus familiares políticos, sino para líderes valientes que, ignorancias colectivas incluidas, sepan estar a la altura de los problemas que nos aguardan.

*Catedrático de Ciencias de la Computación. Universitat de València

Font: www.Levamte-emv.com